Creo honestamente que una de las sensaciones más
especiales que puede experimentar una persona es
el instante de descubrir o comprender
profundamente un hecho. Es un instante de epifanía
difícil de transcribir en palabras llanas. La mejor
analogía que encuentro es la de sentir que un abismo
se abre y el vértigo invade la mente.
Es frecuente encontrar el relato que hacen algunos
científicos de los instantes en que percibieron
la profundidad de una idea. Por ejemplo, Einstein
habla de la comprensión del que ahora llamamos
Principio de Equivalencia, sentado en su oficina
de patentes. Heisenberg, tomando un respiro del
apabullante Bohr, dio con las ideas de Incertidumbre
en el campo danés y se fue a lo alto de una roca.
Dirac comprendió la necesidad de linealizar su
ecuación (de Dirac) mirando el chispear del fuego.
Roetgen entró en un estado de exaltación enloquecida
de la que hacía partícipe a su esposa. Todos son
ejemplos de instantes mágicos, diferentes de la
abstracción que normalmente caracteriza a un científico.
No es introspección, si no exaltación.
Invito a cualquiera que lea estas líneas y sepa de
relatos curiosos similares a éstos a que los comparta con todos nosotros.